1. No ser consciente de que las cosas casi nunca resultan tal y como fueron planeadas.
Tal perfeccionismo conduce sin duda alguna hacia la frustración perpetua.
2. Sentirse mal y decidir que es lógico tener que preocuparse y angustiarse.
Esto no ayuda a resolver una situación, mientras sí contribuye a ampliar la percepción de responsabilidad, así como el nivel de estrés.
3. Creer que no triunfar es lo mismo que fracasar rotundamente.
Por medio de tal mentalidad se agotará toda motivación.
4. Reaccionar con irritación y rabia.
Así no se logrará otra cosa que ahuyentar las posibles soluciones y alejar el apoyo de los seres queridos y los compañeros de trabajo.
5. No asumir responsabilidad y buscar culpables.
Con tal actitud no solamente se impide aprender de los errores, sino que se cultiva un destructivo sentimiento de víctima.
6. No disculparse por errores cometidos o actitudes adoptadas.
Eventualmente, tal comportamiento causará aislamiento y la pérdida del respeto de otros hacia uno.
7. Esperar a que el problema se resuelva por sí solo.
Uno de los métodos más eficaces para lograr que una bola de nieve se convierta en una avalancha.
8. Aferrarse a una sola manera de solucionar las cosas.
De este modo se creará una falsa sensación de control que puede desvanecerse en cualquier momento. En otras palabras, una buena táctica tanto para complicarse, como para exasperar a los demás.
9. Confrontar los errores con arrogancia y displicencia.
Rechazar enérgicamente opiniones que no quieren ser oídas sirve para perder valiosos puntos de vista, al igual que para disminuir las posibilidades de resolver un problema y de aprender de los errores.
10. Sobreestimar lo hecho por uno y subestimar lo hecho por los demás.
Una estrategia que sólo sirve para lavarse las manos a corto plazo. Puede que sea posible convencer al entorno, por unas pocas veces, de la importancia de la labor propia, y de la ineptitud del resto. No obstante, los más probable es que con el tiempo se pierda toda credibilidad.
Fuente: www.carlosdevis.com
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